Esta necesidad de ver el mundo y a quienes lo habitan es insaciable, casi una droga. Crece cada vez que estoy afuera, cada vez que escucho otra historia y que conozco a su protagonista. Esta piquiña de recorrer, de explorar, no pasa.
La ansiedad empezó otra vez conocí a un alma que, como yo, también necesita estar out there para vivir.
Así decidimos irnos. Porque quedarnos significaba agonía de lo mismo, placer del mismo. Patagonia como destino, pero sobre todo cada rincón de las Américas que existe sin que lo conozcamos, se convirtieron en razón para vivir.
Este viaje ha significado ruptura, creación, coraje y, por encima de todo, amor.
Es mi regalo a mí misma. Nunca, desde que nacieron, he vivido un año entero con B & A. Conocer gente, conocer dónde viven, qué comen, qué vida aman vivir es un sueño de siempre y un regalo que me merezco.
Es mi regalo a este compañero de viaje que adoro.
Y es mi regalo a B & A: es una excavación profunda a las raíces para que puedan soltar las alas cuando estén listos. Es mi intento para que nunca se olviden de que tienen tierra de la guayaba en su sangre.
Raíces y alas. Eso es todo lo que puedo darles. Lo demás, se obtiene por añadidura.
Aquí vamos.