Voy a abrir una cajita de Pandora. En Guatemala me sentí como turista, no como viajera. Sí, en mi mente un viajero no es lo mismo que un turista. Para mí el turista usa y se va. El viajero interactúa con la gente local sin que el signo de pesos esté escrito en su cara.
Guatemala me gustó… como turista.
Nos recibió con miles de vendedores ambulantes, un cañón rodeado de montañas altísimas, mujeres vestidas con vestidos tradicionales divinos (falda color rojo oscuro tejida, camisa roja y moño rojo en la cabeza) y niños trabajando, cargando pesados costales llenos de vegetales, frutas o leña para el fogón. Los vimos todos los días y a todas horas del día.
Después de la peor carretera en la que hemos estado hasta ahora, llegamos a Pasaj Cap, en San Marcos La Laguna, a orillas del Lago Atitlán. El lugar pertenece a Pierre, un fracés que ha construido uno de los mejores campamentos en los que hemos estado hasta ahora!
Con tres volcanes, San Pedro, Atitlán y Tolimán, abrazándolo y cuidándolo, el lago Atitlán es imponente. Sin embargo, lo que más me gustó de nuestra visita fue el viaje en lancha a San Pedro. Nos tocó la última lancha. Aunque todos los asientos estaban ocupados y el aguacero caía, el capitán seguía invitando a más y más gente. Cuando salimos, éramos como 40 personas quejándonos pero sólo un poco en inglés, español o algunos de los muchos idiomas que se hablan alrededor del lago Atitlán.
Los autodenominados expatriados −es decir, los gringos inmigrantes que han vivido años en Latinoamérica− compartieron el viaje con gente maya, visitantes como nosotros y otros que no saben a qué grupo pertencen. Entre ellos, una fulana que vivía en Seattle hasta junio, vendió su casa, le entregó su negocio a su (ex?) esposo y dijo me tengo que ir. Casi todos los hombres locales estaban borrachos. La fulana ésta que es enfermera dijo que la ansiedad y la ‘sed’ eran normales en los hombres de aquí, especialmente durante la temporada baja.
San Pedro es gringolandia. Allá, los visitantes de EEUU y Europa se ponen pantalones de pijama para salir a la calle, toman espressos y leen menús en inglés y hebreo. Hippies, grupos de mujeres jóvenes y gente jubilada son las mayoría de estos visitantes.
San Marcos, el pueblo más cercano a la propiedad de Pierre, como a 15 minutos caminando, es aún más… particular. Lo primero que se ve al llegar es un templo de Tai Chi. Y en la placita hay una combinación de locales vendiendo productos y extranjeros en busca de iluminación. O sanación. O granola. O un om. Entramos al Hostal del Lago a comer y de los extranjeros aquellos, casi todos los que tenían 20 o 30 estaban reunidos allí. Tuve la misma reacción que el primer día en Burning Man: lo que ví fue a un grupo de seudo-hippies privilegiados gastándose los ahorros de los papás mientras oían Manu Chau y hacían círculo de tambores. ¿Y lo más contradictorio? Yo facilito podría ser una de ellos, sólo que yo me hubiera pagado el viaje sola, sin la ayuda de nadie. “Todas estas almas perdidas”, dijo Nate. Mientras tanto Amelia comentó que qué tan lindas las lámparas hechas de hojitas y flores. Y Benjamín dijo, “Vámonos, no puedo soportarlo más. Who goes to Guatemala to visit a taichi temple and buy a didgeridoo?” Tan lindos, tan distintos. Nada raro que mi flower girl tenga en unos años membresía en el Hostal del Lago y Benjamín me esté llamando para criticarme por no sacarla de allá.
Fue difícil salir del paraíso que es Pasaj Cap.
Llegamos a Antigua, un pueblito colonial hermoso, lleno de vendedoras de artesanías cargando a sus bebés en la espalda, cafécitos con wifi y turistas de ojos azules. En Antigua probamos tacos y tostadas guatemaltecas de la calle, pepián vegetariano y Kak’ik.
Un policía turístico nos contó que Jimmy Morales había ganado por muchos votos, casi 70%. Él estaba contento. Dijo que era algo nuevo y que era bueno ensayar cosas nuevas. Que la gente ya no iba a aguantar más: que así como habían sacado al anterior presidente y vicepresidente, que así podían sacar a otro. Unas trabajadoras de la estación de gasolina compartieron el sentimiento. Las elecciones llegaron y se fueron sin más ni más. No oímos celebraciones alborotadas ni protestas. Eso sí, las carreteras del país están completamente cubiertas de publicidad política. Ojalá tengan tiempo de quitarla antes de las próximas elecciones.
Camino a Semuc Champey (“donde el río se esconde en la montaña” en Q’eqchi’ Maya) dejamos la tranquila y turística Antigua, para meternos en el gris y extenso valle donde Ciudad de Guatemala abre sus tentáculos. Lo que vimos sin salir de la carretera Periférico es una ciudad como tantas: llena de McDonald’s y con intoxicantes buses compartiendo su asqueroso olor a humo gris.
Dos horas después volvimos a ver el verde que nos acompañó en todas partes en Guatemala. Pasamos el corredor del bosque nuboso y sus reservas ecológicas privadas (donde se supone se pueden ver quetzales), sus sembrados de tomate y sus pueblitos con nombres que recuerdan tristezas: Matanzas y Niño Perdido.
La aventura a Semuc Champey continuó con una carreterita sólo apta para 4×4 desde Lanquín. Cogimos un camión que aquí usan de bus. B & A se montaron en el techo. Pasamos por sembrados de cacao, café y cardamomo.
Semuc Champey es una cosa rara. El río Cahabón pasa por debajo de una formación de piedra caliza a la que llega un nacimiento de agua. Agua sobre agua. Desde el punto de vista ecológico es espectacular. Y desde el social, complicado. Para llegar allá hay que pasar por Lanquín, el pueblo donde estaba nuestro hoteles y todos los demás hoteles del área. La gente de Lanquín organiza tours y provee el transporte. Alrededor de Champey hay cuatro aldeas indígenas que nunca se ven, están por allá en la selva. La entrada al río es administrada por el gobierno. Hasta hace poco. Desde hace un tiempo, la gente de las aldeas echó al gobierno, establecieron su propio sistema de donación a la entrada y ofrecen guías para ir al mirador (se puede entrar al río por debajo, pero ver a Champey desde el mirador es la mitad de la maravilla). Muchos turistas deciden no contratar guías. En los últimos meses, varios turistas han sido asaltados en el mirador. Pero si se contrata guía −que tiene que ser de una de las aldeas− no pasa nada. Hmm. La gente de Lanquín no está contenta porque el turismo ha bajado. Comentaron que la policía iba a venir “a sacar a toda esa gente.” Y la gente de las aldeas tampoco está contenta porque para ellos el monumento natural no se traduce en quetzale$.
Para salir de Guatemala, bajamos hasta Río Hondo y Zacapa, donde hace calor pegajoso y la vida parece ser como una de sus vallas: “Desenfrijólese. Olvídese del Pasado”. Aquí hay malls, unidades cerradas y vayas que dicen que más bien coma chicken with fries. Y que compre de las pacas de USA que acaban de llegar. Las pacas están llenas de ropa que viene del norte (made in Guatemala?) y que surten almacenes.
Con una semana en el país, siento que apenas lo rocé, que lo ví desde afuera, como turista y no como viajera. En todo caso le agradezco su verde, las faldas coloridas de sus mujeres maya, sus lagos y volcanes.
Bantiox, Guatemala.