Es raro estar en un aeropuerto después de todo esto, pero aquí estamos. Al final. Ha pasado un año desde que dejamos nuestra casa en Beacon Hill en Seattle. 46,670 kilómetros, cientos de tacos, empanadas, arepas, pupusas, muchas conversaciones, dios sabe cuántos peajes, e infinitos recuerdos después, es hora de volver. Escogimos nuestras pertenencias, regalamos algunas cosas, empacamos otras. Cosmo queda en las buenas manos de nuestro amigo Sebastián hasta que un comprador aparezca. Tenemos los pasaportes empacados. Estamos listos, pienso… creo. Aquí vamos.
Me choca la literatura de viajes. Me molesta cuando leo acerca de las aventuras de alguien en alguna tierra lejana y no siento que el(la) autor(a) aprendió algo. No necesito iluminación espiritual ni nada de eso, pero sí saber que la experiencia tocó al (a la) autor(a) de alguna manera. Por que si no, ¿cuál es el objetivo de viajar? Por eso le pregunté a los otros tres de Tangletown4 cómo los cambió estar un año en ruta.
He notado que la mayoría de las profesoras, por lo menos en primaria, siempre quieren que los niños escribamos qué aprendimos ese año. Leer y escribir en kínder y primero, a cantar en segundo, multiplicación en tercero, fracciones e historia de EE.UU. en cuarto y en quinto, en quinto todo lo anterior. Pero este año cuando Nate me preguntó qué he aprendido? le respondí: por dónde quieres que empiece?!? Va más allá de matemáticas, ciencias o leer y escribir. Hemos visto cómo se mueve la vida, cómo nace y cómo sobreviven las cosas vivas. Hemos aprendido cómo negociar con alguien que te está cobrando más y cuándo irse si dicen que no. Ahora, después de que hemos visto a las tortugas nacer y moverse hacia el océano, después de que nos robaron en Nicaragua, de conocer viajeros de Alemania, Suiza, EE.UU, Hong Kong, Argentina, Taiwán, Inglaterra y más, gente de todos los tamaños, colores y voces, después de llegar hasta el final de la carretera, después de aprender cómo hacer galletas, después de caminar en los Andes, después de amaneceres y atardeceres, lagos brillantes y lagos congelados, después de todo esto, nos despedimos del viaje, de Cosmo y de Sur América, y decimos muchos más hasta luego.
Sí, hemos aprendido mucho en este viaje. Cosas importantes como cómo se sienten el granito, la arenisca y la riolita. Cómo cambiar una llanta. Dónde encontrar un lugar seguro para pasar la noche en el van. Cómo encontrar internet y baños gratis. Que es mejor tener familias grandes y muchos amigos que mucha plata. Termodinámica, evolución, álgebra, presupuestos. Religión, política, derechos civiles, pobreza, raza, tanto en los contextos de EE.UU. como en Latinoamérica. Pablo Neruda, Frida Kahlo y Diego Rivera. Sobre los mayas, aztecas, incas, mapuche, tehuelche, arahuacos, chavín, chol, tzetzal, chimal. Los zapatistas, los sandinistas. Historia de EE.UU., de América Latina, de la C.I.A. Selva, desierto, montañas, pampas, mar, ríos claros, ríos sucios. Breakfast at Tiffany’s, El Ladrón de Bicicletas, Dr. Strangelove. David Bowie. Prince. Guthrie, Seeger, Dylan. Billie, Etta, Aretha. Leonard Cohen, Rodriguez, Iggy Pop, Miles Davis, Warren Zevon, Héctor Lavoe, Janis Joplin, Atahualpa Yupanqui, Chopin.
Cosas importantes. Cómo les quedó el ojo, exámenes estándar de la política Ningún Niño Queda Atrás!
He aprendido muchas cosas este año, pero una de las más importantes es la amabilidad y generosidad de la gente. Gracias a nuestros amigos, los que conocíamos y los que ahora conocemos, tuvimos excelentes experiencias en norte y sur américa [nota de la editora: y centro américa – esa es una discusión que no termina]. Nos quedamos con familiares y amigos en Oregon y California, en Costa Rica, Colombia y Santiago. Nuevos amigos (amigos de familiares, amigos de amigos o amigos que encontramos) nos dieron la bienvenida en La Paz, Guadalajara, Querétaro, Ciudad de México, Oaxaca, Cuenca, Pareditas, Chaitén, Santiago… Hubo también detalles pequeños, como cuando nos robaron en Nicaragua y encontramos un hostal muy bueno donde queríamos quedarnos y el administrador nos rebajó el precio casi 50% pero además dejó que el dormitorio fuera sólo para nosotros. O cuando Nate y yo nos enfermamos en Huanchaco y el administrador de ese hostal rebajó el precio para que pudiéramos estar más cómodos en una habitación. O cómo Sue en Pequeño Paraíso (Ecuador) nos hizo sentir como en casa. Ellos hicieron que nuestro viaje fuera mucho mejor, y les doy las gracias.
Esta hospitalidad ha renovado mi fe en la humanidad. V y yo no esperamos con ansias la transición en EE.UU. Si Facebook es alguna indicación, volvemos a lo que parece un país dividido y en transición. Pero es reconfortante saber que hay gente buena, bondadosa, cálida, que le da la bienvenida a cuatro olorosos extraños. No pareciera mucho, pero a mi me da esperanza. Es una esperanza que llevaré conmigo cuando me suba las mangas para participar en mi comunidad, mi región, mi sociedad.
La vida tiene su manera rara de hacer las cosas. Acabábamos de comprar nuestra casa y de sentirnos conectados a un lugar. Por primera vez desde que me acuerdo, quería ir a trabajar cada mañana. Pero el llamado a irse fue más fuerte, como siempre ha sido. Y entonces salimos, hacia Patagonia y más allá. Este viaje fue un regalo de amor a mi misma, a B, A y a mi compañero de viaje favorito. Vi lo que quería ver. Vi la gente, la manera como muchos viven en este mundo hermoso. Viví este sueño con el amor de mi vida y creamos más sueños para vivir juntos. Pasé un año entero con mis bebés (que ya no lo son) y los sentí cerquita. Creo que les di alas. Creo que estarán listo para volar solos cuando sea hora. Me voy (vuelvo?) con ganas de más: de más mundo, de más sentido de comunidad – en casa y afuera. Me voy con la necesidad de continuar viviendo de la forma más intencional posible. Me voy tan agradecida con las personas que nos acogieron en todas partes! Me voy con recuerdos de montañas, muchos perros callejeros, limonada de coco y mosquitos. Esta fue una línea en la arena. La vida antes del viaje, la vida después.
La vida de verdad tiene una forma rara de hacer las cosas. No sé cómo funciona el universo. He experimentado un cierto… “cauce”, por llamarlo de alguna manera, dos veces en mi vida, que me ha hecho repensar la superficie misma de las cosas. Este viaje fue uno de esos momentos. Hubo cierto desenlace de eventos cuando nos preparamos para él. Muchas veces pensamos que este sueño no se iba a realizar, pero de un momento a otro pequeñas cosas empezaron a ocurrir que hacían que otras ocurrieran, y luego otras, y otras. Pequeños pasos hacia adelante, señales de que estábamos en el camino correcto.
¿Cómo me tocó este viaje? De alguna manera siento que veo el mundo con un poco más de claridad, con una visión más amplia. Pero al mismo tiempo, la visión es también más empantanada, con más preguntas que antes. Más que nada me dejó una indescriptible sensación de gratitud. Como viajeros, hacemos planes. Pero tanto puede cambiar con el giro de una rueda, con un cambio de clima, con una parada de la policía. De verdad estamos en las manos de la gente y los lugares que nos rodean, y estoy agradecido por esa gente y esos lugares por recibirnos, agradecido de haber pasado este tiempo con mi familia, de haber creado y reforzado lazos, agradecido de tener la oportunidad de ver un poquito más de este mundo hermoso en el que vivimos.
Nuestra última noche del viaje, fuimos a celebrar en Santiago a un buen restaurante. Uno de esos con comida elegante, clientes bien vestidos, deliciosa cerveza y buena música. En la mitad de nuestra comida, nos dimos cuenta de que tenían puesto un show en vivo de KEXP, nuestra adorada estación de radio de Seattle. El grupo era Bomba Estéreo – una banda colombiana. Seattle y Colombia. Hogar. Lo tomamos como una señal de que todavía estábamos en el camino correcto.
South America from Nate Brown on Vimeo.