El sol se está escondiendo. El liquen amarillo sobre las rocas de granito arde brillante en el atardecer anaranjado. Una piedra con una buena vista a la Cordillera Blanca y a las laderas vagabundas cubiertas de piedras. De dónde vienen todas estas rocas? Hay dos tornillos oxidados taladrados en la roca con la parte de arriba cortada. Qué pesar. Habría sido una buena roca para escalar. La cara norte de la piedra es lisa con algunas hendiduras; la cara sur, golpeada por el clima y agrietada. Qué se va a hacer. Tal vez estos seguros rotos son una señal. Lo mejor es sentarme aquí y contemplarlo todo.
El hostal ahí abajo es raro. Me gusta. Representa un sueño que V y yo compartimos, muy diferente al que estamos viviendo ahora: construcciones de tapia, jardines, pollos, vida sedentaria. De pronto algún día, pero no todavía. Mi divagar aún no ha terminado.
Las sombras están más bajas. La brisa se está levantando. El sol en mi espalda no es tan cálido como era hace unos minutos. Los picos escarpados se están escondiendo detrás de las nubes que se acercan desde la cordillera. Presto atención a mi mismo. Ya no tengo dolor de cabeza. Ya no estoy de mal humor… creo. Me abotono la camisa y camino hacia el campamento. Es hora de empezar a hacer la comida.
Entramos los andes peruanos desde el desierto costero por un cañón que me recuerda algo salido de Star Wars. Sigo esperando ver Moradores de las Arenas y Jawas salir de los acantilados rocosos y polvorientos. La carretera fue larga, con más curvas que partes rectas. Nos llevó desde el nivel del mar hasta 4,200 msnm antes de dejarnos caer en el valle donde se asienta la ciudad de Huaraz.
Huaraz no es nada del otro mundo, al menos en arquitectura o encanto. Dicho esto, encontramos una micro-cervecería excelente (Sierra Andina) que ofrecía una selección fina de cervezas. También encontramos por fin el filtro de combustible que hemos estado buscando durante meses. El área alrededor de Huaraz, sin embargo, es espectacular. La ciudad se encuentra entre la Cordillera Negra (sin nieve) al occidente y la Cordillera Blanca (con nieve) al oriente. Después de llenar nuestro radiador con refrigerante que necesitaba y nuestra nevera con cerveza de Sierra Andina que también necesitábamos, nos dirigimos hacia la Cordillera Blanca.
Dormimos un par de noches en el hostal Hof. Está fuera de la red. Muy por fuera. Y queda a la entrada de las montañas. Escogimos caminar por el sendero hacia Laguna Churup. Los cuatro salimos a través de campos de pasto y piedras, pasamos por rebaños de ovejas, sembrados de papa, chozas de pastores y montañas. Fue un camino difícil y empinado, y estábamos a gran altura. Los niños decidieron regresar después del almuerzo, cuando oyeron que alguien que ya había ido a la laguna dijo que nos faltaban 90 minutos. Solamente faltaban 45. V y yo llegamos a la laguna, inflamos el bote y remamos cerca a patos de pico azul y aves acuáticas que parecían somormujos.
Cuando regresamos al hostal, encontramos a B y A leyendo contentos debajo de montones de cobijas. Estaba orgulloso de ellos. Primero, miramos qué tan arriba habíamos llegado: 4,300 metros Casi tan alto como la montaña Rainier. Eso es muy impresionante para dos niños de 11 y 13 años de Seattle. Segundo, tomaron la decisión de regresar al hostal ellos solos, sin seguir un sendero establecido sino solamente puntos de referencia. Están creciendo y siendo más responsables. Cuándo pasó esto?
Dejamos Huaraz para ir a un pueblo al otro lado de las montañas, pero se nos frustraron los planes dos veces: primero por un puente que estaba cerrado y luego por una tormenta. No habíamos visto una tormenta como ésta en nuestro viaje. Caían cortinas de agua. Lluvia que se convirtió en granizo. Granizo en lluvia más fuerte. Rayos que partían el cielo en dos. Truenos no mucho más tarde, haciendo eco al otro lado del valle. Qué tan alto es que es nuestro van de metal? Y qué es lo que tenemos en el techo? Ah sí, un tanque con propano y una garrafa llena de gasolina. Hmmm. Un torrente de agua cae por un barranco y cruza la carretera. En realidad, no es agua sino más bien pantano color canela y piedras. “No voy a manejar más,” dije. “Ok”, dijeron todos. Consenso.
Nos devolvimos hacia Hatun Machay, una meca de escalada dentro de un “bosque” de piedras raras y donde me han dicho que hay petroglifos. Pero cuando empezamos a subir por la carretera destapada, tuvimos que parar en la primera curva. Estaba engañosamente lodoso y nos estábamos deslizando. Nos demoramos 30 minutos en bajar 45 metros sin salirnos de la carretera. Ahora qué? Al final encontramos un buen lugar para acampar en medio de llanuras de estepa. Fue una de las noches más silenciosas que he tenido en mucho tiempo.
La mañana siguiente trajo consigo el sol y una alegría que sólo una tormenta puede traer. Decidimos intentar ir de nuevo a ese pueblo. Subimos a lo alto de la Cordillera Blanca y bajamos de nuevo a otro valle, donde estaba nuestro destino, Chavín de Huantar.
Chavín de Huantar es un sitio arqueológico. La cultura Chavín construyó una serie de templos y plazas entre los años 1300 y 400 A.C. Para ponerlo en perspectiva, eso es antes del imperio romano. Mucho antes. Este lugar fue un sitio de peregrinaje espiritual para las gentes de los Andes, la costa y hasta el territorio que hoy es Ecuador. Venían, daban ofrendas, tomaban drogas alucinógenas de un cactus y entraban en un laberinto a través de pasajes subterráneos que los llevaban a una gran piedra con tallas elaboradas llamada el Lanzón, donde hablaban con la divinidad acerca de lluvias y cosechas. Y quién sabe, tal vez acerca de qué iban a hacer con sus vidas cuando crecieran.
Gracioso, hemos conocido varias personas en el viaje que trabajan o retiros de ayahuasca. Jóvenes y viejos, ricos y pobres, gente de todas partes del mundo vienen a Perú a tomar ayahuasca, hablar con shamanes y encontrar… encontrar…? significado? salud? lluvia? a Dios? De pronto los Chavin fueron avanzados para su tiempo. O de pronto la búsqueda de algún significado, de salud, lluvia, Dios es tan antigua como la misma humanidad.
Para lo que sea que sea la búsqueda, las montañas parecen haber sido siempre un buen lugar para encontrar cosas. Existe aquí arriba una claridad que no puedo encontrar en ninguna otra parte. La gente habla del mar como la última morada. El final. Todo lleva al mar, dicen. Si eso es cierto, entonces las montañas son con seguridad el principio. Aquí se encuentra la roca más joven y el nacimiento de los ríos, todos esperando con paciencia que la edad y la gravedad los atrapen. Un viaje a las montañas es de alguna manera un viaje a nuestro inicio. Un recordatorio de qué diablos es que estamos haciendo aquí. No sé, tal vez es sólo un montón de piedras.
Nuestro viaje, por ahora, nos lleva de nuevo al calor, al desierto costero y al confuso paisaje de cemento y vidrio de Lima. No soy un admirador de Lima. Algo pasó aquí hace 13 años. Es otra historia que contar, pero digamos que tuvo que ver con una pistola y un inesperado tour de la ciudad en la parte de atrás de un carro que no se había solicitado. Espero que esta vez la visita sea mejor y que como la vez pasada, termine con un regreso a las montañas.