Después de cruzar a El Salvador, fuimos a Los Termales de Alicate, aguas termales que fueron bombeadas desde la tierra a las piscinas. Fue un lugar relajante, especialmente después de un paso fronterizo. Nadamos y vimos rayos. Un perro pequeño nos hizo compañía (y durmió).

Volcan de Santa Ana, El Salvador

Volcan de Santa Ana, El Salvador

Al otro día nos levantamos temprano para ir a El Tunco, una manejada corta de tres horas. Llegamos allí, y preguntamos por el hostal Sol y Mar. Nadie sabía donde estaba, y caminamos de aquí para allá. Finalmente, alguien nos dijo que fue el primer hostal donde preguntamos. Estaban vendiendo pupusas por un dólar cada una, así que decidimos comprar tres. Yo pedí un burrito que SUPUESTAMENTE valía US$2, pero resultó ser US$5 (supongo que al final de cuentas fue un buen precio porque fueron dos burritos grandes con un plato de papas fritas).

Después del almuerzo, caminamos a la playa, y tuvimos una tarde de diversión en el sol. Nadamos y nos montamos en tablas de boogey. Cuando regresamos, nos relajamos, usamos computadoras, perseguimos pollos, y jugamos con el perro del hostal, Bakú, un perro adulto que todavía piensa que es un cachorro. Luego comimos más pupusas y yo, ceviche.

Is this Henrietta The Traveling Chicken?

Is this Henrietta The Traveling Chicken?

Al día siguiente, me despertó un pollo caminando en el van. Empecé a reírme en mi voz rasposa (tenía tos) y le dije a Amelia, “hay un pollo en el van!” Ella rápidamente empezó también a reirse. Me levanté de la cama y perseguí al pollo al asiento adelante. Lo atrapé y salí del van. “Una gallina se entró al van!”, grité a Mami y Nate. Ellos empezaron a reirse cuando levanté mi premio, mostrando al pollo aterrorizado y a punto de que le diera un infarto. Me acerqué a la pequeña sala donde estaban, llevando conmigo al animal. Yo puse al pollo al revés, como Nick me había mostrado para calmarlos. Finalmente lo dejé ir. Brincó desde balcón y voló, o por lo menos hizo su caída más lenta.

Estábamos sentados cuando vimos a la misma gallina entrando al van por SEGUNDA VEZ! Bajé para atraparla, rodeándola en la esquina junto a mi cama. Se trató de escapar pero la cogí (suavemente, para todos ustedes amantes de animales). La levanté, la traje afuera y la sostuve en mis brazos. La dejé ir otra vez, corrió e hizo lo mismo de antes.

Media hora después, LA MISMA GALLINA ENTRÓ AL VAN. Su pobre pequeño cerebro seguramente es horrible, porque entró otra vez. El término “cerebro de pollo” es verdad, o así parece. La captura de la gallina fue similar a las otras veces: agarrarla, salir del van y sentarme con la pobre tonta criatura. Dejé la gallina para ir a jugar en el computador.

Benjamin plays with one of the kids at Sol y Mar. Photo: V

Benjamin plays with one of the kids at Sol y Mar. Photo: V

Tristemente para la gallina, cerramos las puertas del van para ir a desayunar. Todos comieron el desayuno básico: huevos, frijoles, queso, pan y una malteada, pero yo, irónicamente, me comí una pupusa de pollo y limonada. Mientras comíamos, le preguntamos al mesero cómo sabían las personas de quién eran las gallinas. El explicó que las gallinas rápidamente aprenden donde comen y duermen y se quedan en la propiedad o vuelven después de ir a visitar el barrio. “Se los roban?” preguntamos. El dijo que no y que los dueños de los pollos se aseguran de que no se los roben. “Cómo?” preguntamos. El explicó que si la gallina está por fuera de casa todo el día, todos los días, y sólo regresa por la noche para la comida, es muy probable que se la roben y que termine en el plato del ladrón. Entonces si la gallina tiene este hábito, el dueño de la gallina lógicamente la va a matar. El explicó, al ver nuestra sorpresa, que si no la matan, se la van a robar y que es mejor comerla que nunca volverla a ver.

Después del desayuno, nos fuimos de Sol y Mar al campamento donde íbamos a dormir la próxima noche. Manejamos unas horas, siguiendo el GPS en el celular de Mami. Finalmente llegamos a una carretera de tierra. El GPS nos dijo que teníamos que ir por esa misma calle y por supuesto, creímos en él. Unas horas después estamos literalmente fuera del mapa. Podíamos ver la carretera frente a nosotros pero no en el GPS y nuestra flecha no estaba en ella sino en las partes blancas del GPS. Preguntamos en una casa y nos dijeron que volteáramos a la izquierda. Que había una subida empinada y que si el carro podía subir, que íbamos a poder continuar al pueblo. Llegamos a la subida, y era gigante! No tanto lo grande pero sí empinada, con rocas y sin pavimentar. Tomamos impulso y arrancamos hacia arriba. Con el sonido de las llantas y el ruido del motor, lenta y gradualmente pudimos subir. Pero en la cima, miramos para abajo y la bajada era aún más empinada. Otra vez discutimos y decidimos que si un árbol se había caído en la carretera o algo así, no íbamos a poder subir este lado. Nos devolvimos.

De regreso en la carretera principal, fuimos a un pueblo que estaba cerca, El Espino, donde una señora nos saludó con la mano. “Hola, cómo está?” dijo Mami. “Mejor, ya que ustedes están acá,” dijo la señora. Nos pareció como raro el saludo, pero en todo caso preguntamos si habían hoteles en el pueblo. La señora nos ofreció mostrarnos unos. Caminó sobre la carretera medio destruida mientras que nosotros la seguimos en el carro. Los dos hoteles que había eran muy simples, entonces escogimos el que tenía la mejor piscina. Después de nadar un rato, pedimos la comida y fuimos a caminar. El océano estaba literal y lentamente tragándose al pueblo. Las casas se balanceaban de forma precaria en la orilla y en el agua se veían esqueletos de lo que fueron muros y cimientos. Los edificios que todavía existían se veían tristes, como si antes hubieran sido algo… pero ya no. Fue un poco depresivo.

We followed the lady on this road. Photo:

We followed the lady on this road. Photo:

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Después de caminar por este ‘pueblo fantasma,’ como lo llamo Mami, comimos una comida muy buena y vimos Los Simpsons Treehouse of Horror, porque era, en todo caso, Halloween. Tratamos de dormir, aunque se oía como si las olas se iban a tragar el van por la noche.

The water came pretty close to the van but didn't touch it. Photo: Nate

The water came pretty close to the van but didn’t touch it. Photo: Nate

Al otro día por supuesto el van estaba bien. Nos despedimos del pueblo y manejamos hacia la frontera con Honduras. Fue un cruce típico, pero en el lado hondureño el hombre fue corrupto. No pidió plata de frente, pero dijo que “podíamos hacer este proceso de forma rápida o lenta.” Escogimos el modo lento, que sí fue, realmente lento. Pero pasamos. Manejamos durante unas horas, tratando de decidir si cruzábamos la frontera entre Honduras y Nicaragua esa noche o si parábamos para acampar en un hotel. Paramos en el hotel para tomar limonada. Al fin nos quedamos en el hotel, disfrutamos del internet, piscina y la entrada con aire acondicionado. Y terminamos nuestro viaje de tres noches en El Salvador y una en Honduras.

Three nights in El Salvador, one in Honduras. Photo: Amelia

Three nights in El Salvador, one in Honduras. Photo: Amelia

 

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