Hasta ahora en nuestro viaje, ningún otro lugar nos ha dado tantos altibajos como Nicaragua.

Entramos al país por las tierras bajas noroccidentales. En vez de ir hacia la región montañosa norte, escogimos la costa. Hacía días que no veíamos el mar. El camino cruzó terrenos ganaderos: colinas y pastos verdes parecidos a cuando una sábana está en el aire justo antes de tender el colchón. Ahora imagina volcanes cónicos en todo el horizonte.

Nos quedamos tres noches en Las Peñitas, un pueblo al lado del mar súper relajado, lleno de gringos y canadienses buscando una vida más simple en la costa del Pacífico. Nuestro anfitrión era un ex-californiano y ex-capitán de barco llamado David. Con su esposa, montaron un hotel/restaurante al lado de la playa, frente al mejor lugar para nadar. A mi no me gusta mucho esto de playa y mar, pero hasta a mí me gustó. La comida era buena, el mar tibio y la gente amigable. Una buena manera de empezar nuestra estadía en este nuevo país.

Benjamín y Amelia estuvieron en clases de surfeo. Amelia había querido aprender desde hace un tiempo. Yo feliz y admirado de ver dos niños sonrientes montando ola tras ola hasta la playa. Creo que a Amelia la picó el bicho del surf. De pronto tenemos a una surfeadora en la familia.

B and A's surf lesson.  Photo by Nate

B and A’s surf lesson. Photo by Nate

 

 

 

 

 

 

Amelia catching a wave.  Photo by Nate

Amelia catching a wave. Photo by Nate

Surfer dude.  Photo by Nate

Surfer dude. Photo by Nate

Dejamos la playa y fuimos a León, un pueblo colonial al que lo han movido varias veces debido a la guerra y a volcanes. Fuimos al Museo de la Revolución, donde nuestro guía Francisco, quien hizo parte del ejército sandinista en los 80, nos habló de la historia de su país en los últimos siglos. Nos contó acerca de Augusto Sandino, quien en los años 20 lideró una revolución para sacar de Nicaragua a la armada de EEUU y fue asesinado en 1934 cuando una familia dictadora (los Somosa) estuvieron en poder durante tres generaciones. Los sandinistas (llamados así por Sandino) empezaron a luchar en 1979. Lo que siguió fue una década de guerra entre ellos y los contras, éstos últimos apoyados por EEUU. Un envejecido Francisco con ojos jóvenes dice que ahora los sandinistas pelean con su mente y no con armas. No sé si los niños de Tangletown 4 oyeron esta parte porque en la esquina, contra un muro, había una bazuca con la los dejaron jugar. Quién necesita historia cuando puede jugar con un lanzacohetes?

Our tour guide, Francisco, in the revolution museum.  Photo by Amelia.

Our tour guide, Francisco, in the revolution museum. Photo by Amelia.

Tangletown kids and their new ... "toy".  Photo by Nate

Tangletown kids and their new … “toy”. Photo by Nate

De León cogimos una carretera larga hacia Laguna Apoyo, donde el agua de lluvia llenó un cráter y creó un lago muy bonito, tranquilo, de aguas claras y tibias. Y nada barato. El único lugar que nos permitía acampar quería cobrarnos US$36 por dormir en nuestro van. Buscamos y buscamos hasta que finalmente encontramos un restaurante que nos dejó acampar en la propiedad por US$8. Incluía baño, cocina y acceso al lago. Hicimos comida y la compartimos con el vigilante mientras él compartió su historia con nosotros. Él también peleó con los sandinistas, sólo que fue reclutado y le prometieron casa y pensión. No ha recibido nada.

Dejamos un cráter para ir a otro. El volcán Masaya mira a Managua y a Granada como un padre patriarcal, sobreprotector y malhumorado. Es grande, hermoso y define la región, pero muestra sus inseguridades llamando la atención con sus humaredas crónicas y sus ocasionales estallidos violentos. De pronto estoy antropomorfizando demasiado. Es básicamente un volcán muy bacano. En fin, de día pudimos experimentar el volcán a caballo y de noche fuimos a las cuevas de lava donde viven murciélagos y culebras. El resplandor rojo reflejando gas sulfúrico en el cráter nos causó asombro y un poquito de miedo.

Giddyup!  Masaya Volcano.  Photo by.... the horse owner.

Giddyup! Masaya Volcano. Photo by…. the horse owner.

 

 

Masaya Volcano.  Photo by V.

Masaya Volcano. Photo by V.

At the peak of Masaya.  Photo by V.

At the peak of Masaya. Photo by V.

The glow.  Photo by Nate

The glow. Photo by Nate

Granada era el siguiente paso en la agenda – otro pueblo colonial bonito. Yo pensaba que los pueblos coloniales eran muy agradables, con sus callecitas angostas, simples e íntimas. Eso cambió cuando empecé a manejar un muy alto y muy largo van. Las camionetas Sprinter no se hicieron para pueblos coloniales. Encontrar un parqueadero para ellas es casi imposible. Entonces parqueamos en la calle, mientras fuimos a la plaza a buscar limonada y músicos callejeros. Cuando volvimos, notamos que la puerta corrediza estaba entreabierta y que las chapas estaban dañadas. Abrimos la puerta y nuestros miedos fueron confirmados: alguien se había metido en Cosmo.

Entramos en pánico mientras miramos qué nos hacía falta. Funcionaron los escondites secretos que habíamos hecho para los computadores y la plata? Se habrían llevado los pasaportes? Hicimos un rápido inventario y encontramos que sólo se habían llevado el iPhone viejísimo… y la tableta que le habíamos dado a Amelia en su cumpleaños. La pobre muchachina estaba más que triste. Habría podido ser peor, pero en todo caso nos sentimos violentados. Por supuesto para Amelia el mundo se desmoronó. Miramos en las calles con ese sentimiento de sospecha. Ese pensamiento horrible, corruptible de que cualquiera podría ser el ladrón.

Fuimos a la estación de policía a reportar el robo. Ya se estaba haciendo tarde y necesitábamos un lugar donde dormir. De un hotel a otro todos eran o muy caros, o miedosos o inadecuados para una familia de cuatro personas. Finalmente encontramos el Backpacker’s Inn, estacionamos el van en la estación de bomberos y fuimos a comer.

Make the best of a bad situation. Amelia drawing the two girls at the police station. Photo by Nate

Make the best of a bad situation. Amelia drawing the two girls at the police station. Photo by Nate

A la mañana siguiente terminamos el asunto con la policía y conocimos a una familia de Oregon muy querida que ahora vive en la isla de Ometepe en el lago Nicaragua. Nos invitaron a acampar en su propiedad. Entonces con nuestra fe en la humanidad un poco restaurada, salimos de Granada hacia la terminal de ferries de San Jorge. El embarco en el ferry no salió muy bien que digamos. Aparentemente no podíamos llevar un tanque de gas (para cocinar) a bordo, pero por un pago al bolsillo del oficial del puerto, todo estaría bien. Decidimos no pagar la cuota y nos bajamos del barco.

Desilusionados, conducimos a Cosmo hacia Playa Flor, donde se había reportado que las tortugas marinas estaban regresando a poner huevos. Playa Flor es un santuario de tortugas. Los empleados, con la ayuda del ejército de Nicaragua, desentierran los huevos después de que la mamá tortuga los pone y los guardan para protegerlos de los vendedores. El lugar es un poco extraño: hay hombres fuertemente armados, acostados en hamacas y cuidando costales de arena y huevos de tortuga. Cuando el sol se escondió, los cuatro fuimos a llevar a estos pequeños milagros a la playa y los vimos comenzar su increíble travesía, lentamente deslizándose hacia las olas estrepitosas en el atardecer. Éste ha sido uno de los momentos especiales de nuestro viaje. Y habría sido aún mejor si los empleados nos hubieran despertado para ver a las tortugas mamá llegar a la playa durante la noche. Aparentemente se les olvidó que nos habían dicho que nos iban a llamar, y las mamás tortuga vinieron y se fueron, dejando solamente sus huellas y huevos en la arena.

A and her new friend. Photo by Nate

A and her new friend. Photo by Nate

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Swimming at Playa Flor.  Photo by Nate

Swimming at Playa Flor. Photo by Nate

 

 

 

Playa Flor.  Photo by Nate

Playa Flor. Photo by Nate

Good luck little guy.  Photo by Amelia

Good luck little guy. Photo by Amelia

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Salimos hacia Costa Rica un par de días antes de lo anticipado. Estábamos hasta aquí de Nicaragua. Nuestra experiencia fue una montaña rusa de emociones. Estábamos exhaustos y necesitábamos algo de estabilidad. El cruce de la frontera duró esta vez tres horas. Cada vez son más largos. En medio del proceso, Amelia se enfermó de un momento a otro; aliviada un segundo y acurrucada en una esquina de la oficina de inmigración, pálida y con náusea, al segundo siguiente.

Nicaragua nos dio algunos de nuestros mejores y peores recuerdos. Como dice mi buena amiga Kathi, “En una escala de uno a diez, fue uno… y diez.” Sin embargo tengo que decir que de los países de Centro América que hemos visitado hasta ahora, Nicaragua es el único al que quisiera volver a visitar. El país se siente vivo de una manera que no experimenté en los otros. Los volcanes siempre presentes en el horizontes, recordándonos que ni siquiera la tierra es permanente. Los más increíbles espectáculos de rayos que he visto aparecieron cada noche. Esa perfecta ola soplada por el viento. El regreso de las tortugas a la playa que las vio nacer, después de estar en el mar por años. Este lugar es espectacular. Y mientras estoy aquí en este refugio silvestre con el mar, recuerdo algo que leí: “Con toda su farsa, fastidio y sueños partidos, el mundo todavía es hermoso.”

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Comments
  • Alvaro Garcia
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    Hola Nate yTangletown Family. Qué fantástico e increible relato… Definitivamente fueron dos NICAS muy diferentes una de la otra:
    .- Paz, tranquilidad, relajamiento,esplendor de la naturaleza: océano, montañas,valles, volcanes…, vida marina, tortugas, deportes acuáticos, playas… humildad y entrega en algunos de los seres habitantes de esa NICA amable… = 10 entre 10
    .- Lucha por la supervivencia, envidias (robo y daños en Cosmo),corrupción(funcionarios que todo lo pueden…si, reciben a cambio paga por sus obligaciones…), caminos, trochas, cobros excesivos e indebidos por prestar un simple servicio … esa es la NICA poco apreciable e irrepetible… = 1 entre 10.

    Pero para ustedes, una nueva y formidable experiencia, aprendizaje y riqueza personal, en éste increible reto de America Latina.

    De nuevo mil gracias por compartir con esa enorme simpleza, pero con esa incuestionable capacidad de relator, todos esos gratos e ingratos momentos y convertirlos en auténticas vivencias individuales para sus ocasionales lectores.

    !!! FELICITACIONES ¡¡¡ .

    Alvaro-Amparo

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