Patagonia es un lugar con infusión a glaciar. Es posible que si miras a tu derecha vas a ver un glaciar y si miras a tu izquierda también vas a ver un glaciar.

Puerto Natales, la portada a Torres del Paine, tenía montañas cerca y el océano cerca. Nos quedamos afuera de un centro de información turística con vistas bonitas de las montañas encima de la bahía fría y de flamingos parados. Cuando fuimos a mirar a los pájaros, conocimos a un viajero alemán que se llamaba Julian. Hablamos un poquito y él nos preguntó si podíamos tomarle una foto con los flamingos con su cámara. Luego empezó a quitarse las medias y los zapatos y a caminar en la bahía poco profunda. Yo le pregunté si en serio iba a caminar allá en el océano Pacífico donde estaba tan congelado, sólo para una foto. Me dijo que sí. Tomamos la foto y cuando volvió, sus pies estaban del color de los flamingos. Esa noche hicimos las tareas y comimos duraznos y mangos secos.

View of the mountains and sea from Puerto Natales. Photo: Nate

Vista de las montañas y del mar desde Puerto Natales. Foto: Nate

Julian walking out to the flamingos. Photo: Nate

Julian caminando hacia los flamingos. Foto: Nate

Al día siguiente le dimos a Mami un desayuno en la cama, de huevos y tostadas, una barra de chocolate oscuro (de Benjamín) y un bolsillo hecho a mano (de yo misma) por el Día de Mamá. Después de los besos y las ‘gracias’ y los ‘con-gustos’, manejamos a Parque Nacional Torres del Paine. Nate, Mami y yo fuimos a caminar a un sendero. Mientras caminamos, Nate y yo hablamos de volcanes y cómo se hacen las piedras, cómo los ríos se convierten en valles después de un tiempo, y cosas así. Por fin llegamos arriba. Las nubes se fueron, mostrándonos las torres y muchos lagos debajo de nosotros. Valió la pena la subida. Acampamos afuera de la estación del guardabosques esa noche.

Torres del Paine from the top of our hike. Photo: Amelia

Torres del Paine desde la cumbre de nuestra caminata. Foto: Amelia

Sliver of the moon. Photo: Nate

Cachito de luna. Foto: Nate

Benjamín y yo jugamos con el lago medio congelado, tirando piedras sobre él para oír el sonido agudo plunk plunk plunk PLUNK.

Después Mami nos dijo que una guardabosques no había recomendado ir a las Torres ese día por el clima. Decidimos que esperábamos al próximo día.

El clima todavía no se había mejorado entonces hablamos si era bueno quedarnos en el parque o irnos. La caminada a las Torres estaba en el otro lado del parque entonces decidimos que íbamos a ir a ver si estaba mejor allá y si no había un cambio, nos iríamos. Mientras las nubes estaban oscuras y bajas donde nosotros acampamos, el cielo estaba azul y claro cerca de las Torres!

Mami y Nate nos despertaron temprano. Luego de muchas quejas y “shhh!”, desayunamos lentamente, tomamos té y vimos a tres zorros que se pusieron en unas bolitas cerca del borde del hotel de las Torres. Mami y Nate se pusieron las mochilas y empezamos nuestra caminada. Mientras nos fuimos, uno de los zorros levantó la cabeza de su bola de pelo y nos miró irnos.

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Empezando a caminar. Foto: Nate

Todavía estaba temprano y el hielo todavía estaba brillante y afilado para hacernos poner las chaquetas y nuestros gorros de ‘Drácula’ para taparnos las caras. Una parte del sendero tenía hielo tan grande que cada cristal era del tamaño de mi dedo meñique y tenía la forma de una estructura de arte pequeña. Caminamos y caminamos, a veces parando para ver si estábamos en el sendero correcto. Hablamos de cosas como un viaje que Benjamín y yo hicimos con nuestro Papá a Sonoma para visitar a nuestra tía Janet y a David. En ese viaje vimos zorros fennec en el santuario de animales. Comimos cosas para subir la energía como nueces y mangos secos. Por fin, nuestro grupo de cuatro se dividió en dos grupos. Nate y yo fuimos compañeros de camino y Mami y Benjamín fueron compañeros de camino. Para que yo siguiera caminando, Nate me preguntó de mis profesoras favoritas y menos favoritas en Wedgwood. Yo le pregunté cuáles fueron sus profesores favoritos y menos favoritos. Aparentemente tener al entrenador de fútbol americano del bachillerato como profesor de historia no es muy bueno.

Frozen leaves. Photo: Amelia

Hojas congeladas. Foto: Nate

On our way up. Photo: Nate

A la subida. Foto: Nate

Después de muchas paradas y descansos, una vez para mirar a las periquitos de Patagonia, llegamos a la base de las Torres del Paine. Había un lago del color del cielo rodeado de piedras muy grandes con las Torres justo detrás del lago. A veces oíamos el sonido del hielo cayéndose del glaciar. Las Torres parecen torres de un castillo encantado. Como donde Rapunzel dejó su pelo caer o algo así. Comimos nuestro almuerzo y tratamos de que un pájaro comiera de nuestras manos y luego bajamos y bajamos la montaña hasta donde había comida caliente y una película: nuestro van.

Torres and the Tangletown4. Photo: Nate (and the camera)

Torres y  Tangletown4. Foto: Nate (y la cámara)

El Calafate no es bonito. No era un lugar con vistas y, en mi opinión, lo más bonito de él fueron sus calles y la parte de adentro de un café. Básicamente para nosotros sólo fue un lugar para comprar mercar, conseguir agua, gas, y un pueblo que prácticamente vive debido a su vecino, el glaciar Perito Moreno. Primero fuimos al museo de glaciares, que se llama el Glaciarium. Benjamín y yo teníamos una tarea para ver para ver la vida de un glaciar, lo que yo encontré muy interesante. Tú sabías que si todos los glaciares en el mundo se derritieran, los océanos se subirían de 0.7 metros 70 metros de alto? Cubriría casi todo Seattle con agua y Beacon Hill sería una isla! Esta fue una de las cosas que me impresionó y me fascinó y me asustó.

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Cara cara al lado de la carretera. Foto: Benjamín

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El Zorro. Foto: Benjamín

Después de aprender y entender el significado de un glaciar y cómo funciona, fuimos al glaciar Perito Moreno. El más brillante y hermoso color azul era el color de este glaciar. Era kilómetros de largo. Si lo mirabas de frente, era como una línea que nunca se acababa y no podías ver todo el glaciar completo. Mientras caminamos, yo vi que no era sólo un color azul sino muchos colores azules mezclándose.

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El glaciar Perito Moreno! Foto: Amelia

Perito Moreno's length. Photo: Amelia

Perito Moreno en toda su extensión. Foto: Amelia

Nate trató de grabar los témpanos quebrándose del glaciar y cayendo al agua…

Por esto es que los camarógrafos de los programas de naturaleza no llevan a sus familias a los viajes de trabajo…

De camino para El Chaltén, paramos en el hotel La Leona, que sólo sabíamos que existía porque Butch Cassidy y el Sundance Kid se quedaron ahí. Para quienes no saben, Butch Cassidy y el Sundance Kid fueron ladrones de banco y de trenes de finales del siglo 19 y principios del siglo 20. Ellos nunca robaron de las personas en el tren, sólo la plata que estaba en las cajas fuertes en el tren. Paramos a comer un postrecito y ver el ‘monumento’.

En El Chaltén íbamos a hacer otra caminada, esta vez a la montaña Fitz Roy (Chaltén), e íbamos a acampar. Mami y Nate nos despertaron más o menos temprano, pues para mis nuevos tendencias de sueño. Nos pusimos nuestros morrales y empezamos a subir la montaña. Casi después de la mitad de camino, entramos en un área circular y que tenía muchos pájaros carpinteros haciéndole huecos a los árboles. Era un fuerte nock nock nock nock nock. Nos quedamos ahí un rato y miramos a los carpinteros carpintear.

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Carpinteando. Foto: Amelia

Luego continuamos. Media hora después, llegamos a la laguna Capri, donde íbamos a acampar esa noche. Mami, Nate y yo hicimos el campamento mientras Benjamín caminó por ahí pensando. Esa noche jugamos un juego que se llama Carta de Amor, contamos historias y por fin nos dormimos. A Mami y a mi nos dio frío porque estábamos en los bordes de la carpa, pero Benjamín y Nate estuvieron muy bien y calientitos.

Mami se despertó antes que todos nosotros como siempre. Salió a caminar y vio la montaña brillar al amanecer. Luego volvió a la carpa porque estaba helado afuera! Jugamos “guerra de gusanos” con nuestros sleeping bags. Después del café, Nate también vino y jugamos Hanabi.

Mt. Chalten or Fitz Roy glows in the sunrise. Photo: V

Mt. Chalten (Fitz Roy) brilla en el amanecer. Foto: V

I went down to the lake and got a nice picture of some frost. Photo: Amelia

Hielo cerca del lago. Foto: Amelia

En la caminada de regreso, paramos en un mirador. Volvimos al carro, Nate infló la llanta y fuimos a una cervecería. Allá comimos hamburguesas, papas fritas, submarinos (leche caliente con una barra de chocolate) y cervezas (para los adultos). Al día siguiente recogimos a un muchacho echando dedo llamado Shun Francis. Era de Hong Kong. Mientras manejamos, él nos contó su historia y nosotros le contamos la nuestra. De un momento a otro, Nate paró. Miramos afuera y ahí cerca de la carretera había tres cóndores patagónicos parados asoleándose con sus alas abiertas. Para quienes no saben, los cóndores patagónicos son pájaros gigantes y sus alas son más largas que los brazos humanos abiertas y están en peligro de extinción.

Condor just flew off after sunbathing. Photo: Benjamin

Un cóndor acababa de volar después de tomar el sol. Foto: Benjamín

Volvimos a El Calafate a mercar y por plata. Los dos cajeros en El Chaltén no recibieron nuestras tarjetas. Al otro día regresamos a El Chaltén. Cuando nos estábamos acercando, las nubes se fueron y vimos el glaciar Viedna que no habíamos visto la primera vez.

Mt. Fitz Roy and Cosmo. Photo: Nate

Mt. Fitz Roy y Cosmo (sin Viedma). Foto: Nate

Nate encontró un lugar donde escalar piedras. Puso la cuerda mientras Benjamín y yo jugamos con un perro, que su vida era un palo. Yo fui la primera en escalar. Fue difícil, pero lo hice. Luego siguieron Mami y Benjamín. Ahora dos perros más nos acompañaron.

Al otro día caminamos por el pueblo. Yo oí que había una librería que abría a las 5 p.m. y que tenía libros en inglés. Encontramos otra piedra y Nate la arregló para escalar. Yo escalé primero otra vez, después Benjamín y luego Nate. Mami no escaló. Fuimos a un café que supuestamente tenía wifi pero al fin no. A las 5 p.m. yo estaba lista para encontrar unos libros. Encontré cinco, pero escogí uno que quería mucho pero supe que era $30 dólares. Me puse un poco triste pero compré El Diario de Anne Frank. Era más barato. Y fue un libro muy bueno. Todavía tengo muchas más librerías que visitar en Sur América: tenemos dos meses más antes de regresar a casa!

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Colgando. Foto: V

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Comments
  • AlvaroAmparo Garcia
    Reply

    Esta vez A, nos llenó con sus espectaculares relatos de glaciares en forma de torres,lagunas con ambientes multicolores: azul, rojo, amarillos…, montañas de piedra para escalar, campings y largas caminatas con madrugón incluido, pájaros carpinteros y la construcción de sus hueco-hogares, flamingos rosados y pies helados por el mar igualmente helado y del mismo color rosado, zorros y seguramente sus aventuras, buitres y hasta Cóndores Patagónicos, hicieron las delicias para los lectores de éste imaginativo relato,juegos, historias o historietas, lectura de libros y hasta celebración del Día de Madres… que riqueza de momentos y lugares placenteros…
    te sobraste A, mil gracias por hacernos parte de tus incomparables vivencias.
    un abrazo muy especial de tus abuelitos.